- Mmm… -Me acurruqué.- Era verdad. –Reí.-
- ¿Qué cosa?
- Que estabas acá.
- ¿Molesto?
- No, todo lo contrario. –Lo miré y él sonrió.- Y no digas nada.
- Okei, okei. –Reímos.- ¿Queres desayunar?
- Mmm… Sí.
- ¿Puedo preparar café?
- Sí, dale.
Pedro se levantó a preparar café y yo me vestí.
- Hay galletitas si queres. -Le dije.-
- Dale, ahora llevo.
Volvió a la cama con el desayuno y tomé la taza de café entre mis manos.
- ¿Hoy también vendes?
- Sí… Podes venir si queres.
- Dale, acepto.
- Igual, hoy voy más tarde porque ya está todo armado.
- Yo te acompaño.
-Sonreí.- Gracias.
- Lo hago porque quiero, no es un favor, asique no tenes que agradecer.
Yo sonreí y tomé un poco de mi café.
- Igualmente, podría ir a darme una ducha.
- Podes ducharte acá si queres.
- ¿Con vos? –Yo reí.- Creo que eso es interesante.
- Podes ir a buscarte la ropa y volves.
- ¿Bañado?
- No. ¡Sin bañar!
Y nos miramos por algunos segundos, sin decir nada. Ella agarró una galletita y al comió.
- Si no queres… No me ofendo.
- Obvio que quiero.
-Sonreí.- Entonces quedamos así.
Al rato, él se había ido y yo seguía en mi cama con un pucho entre mis dedos. Tratando de acomodar mi cabeza.
Me daba cuenta que evitarlo sabiendo que estaba acá iba a ser imposible, porque lo único que quería era estar cerca de él… Asique, dejaría que suceda.
(Al menos este fin de semana)
Se había llevado mis llaves, asique cuando volvió entró solo.
- Ah bueno… ¡Cuánta vagancia hay acá!
-Reí.- No puedo levantarme.
- ¿No podes o no queres?
-Bostecé.- No sé…
Pedro no dijo nada y se metió por los pies de la cama, hasta quedar sobre mi cuerpo y besarme.
- ¿Qué se supone que estás haciendo? –Pregunté.-
- Creo que dos más dos es cuatro acá y en la China.
-Reí.- Sos un tarado.
- Un tarado al que volves loco, hacete cargo.
-Volví a reír.- ¿No me estoy haciendo cargo? –Pregunté rodeando su cadera con mis piernas.-
- No sé… -Dijo haciendo presión con su cuerpo sobre el mío.-
- ¿Qué no sabes?
- Nada, cuando te tengo cerca no sé nada.
-Reí.- Creí que me pasaba solo a mí…
- No, nos pasa a los dos.
Sonreímos y dejamos que nuestras bocas se encontraran.
- Igual, creí que habíamos quedado en otra cosa. –Dije provocándolo.-
Él se sentó en la cama, yo seguía enganchada en su cuerpo y nuestras bocas estaban unidas.
Se paró muy torpemente sin soltarme y reímos.
- ¡Qué flojito che! –Dije burlándolo.-
- ¿Flojito yo?
- Mmm… Sí. –Y mordí su labio, tironeándolo.-
- Me parece que sabes muy bien que no lo soy.
- Demostramelo. –Dije provocándolo.-
- ¿Me estás poniendo a prueba?
-Reí.- Puede ser…
- Mucha presión.
- Sé que podes soportarla.
El agua caía con furia sobre nosotros, nuestras bocas no tenían en sus planes desunirse y mi cuerpo estaba muy aferrado al suyo.
-
- Mis rastas se mojaron demasiado. –Dijo con una toalla en su mano.-
- ¿No valió la pena?
-Rio.- Sí… No fue una queja.
- Menos mal. –Me besó y reímos.-
- ¿Queres almorzar?
- Sería interesante. –Reímos.-
Paula se acercó a la cocina y abrió la alacena.
- No hay demasiado para variar. –Rio.- ¿Fideos?
- Dale, acepto. ¿Te ayudo?
- No es muy difícil hacer fideos igual.
-La abracé por la espalda.- Es una excusa para estar cerca tuyo.
-Sonrió.- Tranquilo, no necesitas excusas.
Giró su cabeza y me besó.
- Quiero chaparte todo el día. –Dijo haciendo que se dé vuelta y quede frente a mí.-
- ¿Algo te lo impide?
- Creo que no. –Sonreímos y volvimos a besarnos.- Pero tenemos hambre. –Reímos.-
- Pongo el agua y me seguís chapando. ¿Te parece?
- Me re parece.
Reímos y nos besamos, ella puso a hervir el agua y yo la empujé contra la pared.
- ¿Qué clase de trauma tenes con estamparme contra la pared?
-Reí.- Que no te escapes.
- Mmm… ¿Te gusta tener todo bajo control, no?
- Puede ser.
-Rio y me besó.- Igual me gusta tenerte tan cerca.
- ¿Entonces de que te quejas?
- No fue una queja, fue una pregunta. –Y me tomó por la cintura para besarme.-
-
Después de comer, yo estaba fumando mirando por la ventana y sentí que me abrazó por la espalda.
- ¿No fumas mucho?
- No sé. No me jodas con eso.
- Bueno, está bien.
- Vos fumas también.
-Rio.- Es verdad, no puedo decirte nada.
Se hizo una pausa.
- ¿Por qué empezaste a fumar? –Preguntó.-
- Para calmarme.
- ¿Y te calma?
-Reí.- No sé, dicen que en realidad genera más ansiedad. ¿Vos?
- Porque un día probé y me gustó, esas pelotudeces que hace uno. –Reímos.-
- ¿Pero lo dejarías?
- No sé si podría. –Dijo prendiéndose uno.- ¿Vos?
- No creo poder tampoco. –Reímos.- Lo veo como una autodestrucción también, todos los que fumamos sabemos que nos hace bien y aún así lo seguimos haciendo… Algo de nosotros no nos gusta y tratamos de taparlo con el humo.
- ¿Y qué es eso de vos que tratas de tapar?
- ¿Es necesario decirlo?
- Si queres…
Yo fumé y apagué mi cigarrillo contra el marco de la ventana.
- No poder superar a ese tarado y llenarme de odio, de bronca…
- Un hombre no puede condicionarte así.
-Me encogí de hombros.- Hago lo que puedo.
- ¿O lo que queres?
- Las dos cosas.
Pedro apagó su cigarrillo y tomó mi mano.
- Me gustaría ser otro hombre que cambie tu vida, pero para bien.
-Mordí mi labio, sonriendo.- Algo ya estás cambiando… -Dije casi sin pensarlo.-
- ¿Y eso es bueno o malo?
- Es. –Respondí prendiendo otro cigarrillo.-
- ¿Otro?
- Me pones nerviosa. –Reí y comencé a fumarlo.-
-
Décimo capítulo... Espero que la historia les esté gustando ♥ Y por favor si leen, comenten!