martes, 1 de marzo de 2016

Doce.

Esa noche, estábamos en su casa otra vez.

- ¿Te sentís bien Pau?
- No. ¿Se me nota mucho?
- Estás muy pálida.
- Se me parte la cabeza.

Me acerqué a ella y besé su frente.

- Me parece que tenes fiebre.
- ¿Justo ahora? –Suspiró.-
- ¿Justo ahora…?

- ¡Que estás vos!
-Sonreí.- Acostate…
- Me quiero quedar con vos.
- Yo no voy a irme a ningún lado. Dale.

Le dí un beso y la acompañé hasta la cama, ella se acostó allí y yo la tapé.

- ¿Tenes termómetro?
- Creo que sí.
- ¿Crees?
-Rio.- Si hay, hay en el baño.
- Ahora vengo.

Agarré el botiquín del baño y volví junto a ella. Me senté en la cama, a un costado y frente a ella.

Le dí el termométro y ella lo puso debajo de su brazo.

- No hagas puchero.
- ¡Odio enfermarme!
- Espera a ver al menos el termómetro. –Acaricié su brazo y ella sonrió de costado.-

Tenía 38°5.

Quiso levantarse y se lo impedí.

- ¿Qué necesitas?
- Un vaso de agua para tomar la aspirina.
- Yo te traigo.
- Gracias.
- No es nada Rastita.

Ella rio y yo fui en busca de un vaso de agua. Tomó la aspirina y me senté otra vez a su lado.

- Quería que la noche sea más interesante. –Bufó.-
- Puede ser interesante igual.
- Mmm… No creo.
- ¿No queres ver una peli?
- ¿Eso te parece interesante?
-Reí.- Es una buena excusa para mimarte.
-Sonrió.- No tengo cable igual.

-

Pedro tomó el control remoto y prendió la tele, no sé muy bien que puso porque yo estaba muy concentrada en sentir que su cuerpo estaba tan cerca del mío.

Mi torso estaba sobre el suyo.


Busqué su mano con la mía y entrelacé mis dedos con los de él.

Estaba haciendo todo lo que odiaba.

-Besó mi frente.- ¿Te sentís un poco mejor?
- No sé…
- ¿No sabes?
-Rio.- No, pero tenerte así me hace bien.
- No pensaba moverme igual.
- Sos muy tierno.
- Estas rastas me hacen poner tierno.
-Reí.- ¿Qué obsesión tenes con mis rastas?
- Capaz para vos sea común… Pero allá es raro encontrarse mujeres tan lindas con rastas.
- ¿Estás diciendo que mis rastas son feas?
-Rio.- No tonta, estoy diciendo que te quedan hermosas.
- Dale, arreglala. –Reí.-
- No la arreglo, es la verdad.
- No tengo muchas energías para pelear, asique te dejo con la última palabra.
- ¿Me pelearías?
- ¿Qué se yo?

Y cerré mis ojos.

- ¿Estás mirando la tele? –Le pregunté.-
- No…
- ¿Queres que apague?
- Tengo sueño.

Pedro apagó la tele y acomodó las mantas.

- Descansa…
- Gracias. Vos también.

-

Me desperté en medio de la noche porque ella no dejaba de hablar.

- ¿Qué pasa Pau? –Y prendí la luz del velador.-

Pero, ella no respondió.

Estaba acostada a mi lado, toda transpirada, moviéndose inquietamente y hablando sola… Sin abrir sus ojos.

Intenté despertarla, pero fue en vano.

Pensé unos segundos y fui hasta la cocina, llené de agua fría y cubitos una olla y busqué un repasador, con eso me acerqué a ella. Empapé el repasador, lo escurrí y lo posé sobre su frente.

- Tranquila Rastita. –Susurré en su hombro.-
- ¿Pedro?
- Sí, soy yo. –Tomé su mano.- Tranquila, que es solo un poco de fiebre.

Paula hizo silencio algunos segundos, pero luego volvió a hablar y sin seguir el hilo de la conversación.

- ¿Por qué tiene que pasarme esto? ¿Por qué una vez que lograba sentirme a gusto con mi vida tiene que pasar esto? ¡No necesito que vuelvan a romper todas mis estructuras otra vez! No puedo amarlo, no puedo soportar atarme a él y que vuelvan a lastimarme. No puedo más, no lo soporto. ¡No quiero! Tengo miedo, quiero ser libre, no quiero estar atada a nadie ni nadie. Elijo que no haya nadie esperándome cuando vuelvo a mi casa, pero también elijo que nadie esté cerca como para lastimarme. Mi cuerpo y mi corazón son míos, no quiero compartirlos. No quiero que vuelvan a lastimarnos.

Y mientras lo decía, lloraba.

Yo también lloraba.

Volví a mojar el paño y lo posé sobre su frente.

- No llores, hey. –Dije acariciando su cuello.- Tranquila.

Paula abrió sus ojos y se sentó de golpe.

- ¿Qué pasó? –Preguntó confundida.-

Yo suspiré y sequé mis lágrimas antes de mirarla, ya que me estaba dando la espalda.

- Estás volando de fiebre. –Le dije.- Estaba tratando de bajártela.

Paula tomó su cabeza entre sus manos y suspiró.

- ¿Me dejas sola?
- No, mira como estás.
- Por favor… Te prometo que antes de que te vayas, volvemos a vernos.
- ¿Estás segura?
- Sí. –Suspiró.-
- Mmm… ¿No puedo quedarme un ratito poniéndote esto? Hasta que te baje la fiebre.
- Pedro…
- Dale, dejate cuidar un poco.
-Suspiró.- No sé hacer estas cosas.
- Es fácil, solo tenes que acostarte.
-Rio.- ¿Seguro?
- Sí Rastita.

Paula sonrió y se acostó en la cama, yo tomé nuevamente el repasador para empaparlo, escurrirlo y posarlo en su frente.

- No llores. –Dije acariciando su brazo.-
- Me pasa siempre esto.
- ¿Qué es esto?
- Cuando no sé cómo explotar con lo que me pasa, me sube la fiebre.
- ¿Yo soy el motivo?
-Cerró sus ojos y suspiró.- Sí.
- Perdón.
- No, no tenes que pedir perdón.
- Pero…
-Tomó mi mano.- No es tu culpa.

Yo suspiré y nos quedamos en silencio. Volví a mojar el repasador y a ponerlo sobre su frente.





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Capítulo de regalo o algo así, espero que les guste (:

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