sábado, 19 de marzo de 2016

Treinta y uno.

Por fin los días pasaron y yo acababa de llegar, Paula me había dado un juego de llaves la última vez que nos vimos, asique ingresé directamente en su casa, era de madrugada.

Me quité mis zapatillas y me acosté detrás de ella, la abracé por la espalda y besé su cuello, llevé mi mano a su panza y apoyé mi mentón en su hombro.

- Hola Rastita.
-Sonrió.- Ay, necesitaba mucho que me abraces así.
- Acá estoy. –Besé su hombro hasta llegar a su cuello.- Acá estoy.
- Gracias.
- No tenes que agradecerlo, yo también necesitaba estar así. –Besé su mejilla.-
-Cerró sus ojos y entrelazó sus dedos con los míos.- Quedate acá.
- No pienso irme a ningún lado.
- ¿Cerraste la puerta?
- Sí…
- ¿Podemos dormir juntos?
- Obvio que sí, pero primero quiero hacer algo…
- ¿Qué?

Hice que gire hasta quedar boca arriba y la besé.

- Eso.
-Sonrió y me tomó por la mejilla.- No quiero llorar.
- Veni…

La abracé contra mi pecho.

- ¿No dormiste estos días, no?
- Poco y nada. –Suspiró.-
- Tenes que descansar.
- No puedo frenar mi cabeza.
- ¿Queres que hablemos?
- Ahora prefiero dormir. –Suspiró otra vez.-
- Entonces cerra los ojos…

Paula cerró sus ojos, yo acomodé la sábana sobre nosotros y la abracé por la cintura.

- Intenta relajarte.
- Vos también Pedro.
- Yo estoy relajado.
- Siento como tu corazón va a mil por hora.
-Suspiré.- Perdón, no quiero ponerte nerviosa.
- Entiendo que es raro para los dos.

Y ninguno de los dos dijo más nada.

-

Sentirlo acá otra vez me tranquilizaba bastante, pero aún así no podía frenar mi cabeza.

Calculaba que habían pasado varias horas porque el sol ya entraba por las hendijas de la ventana y seguíamos despiertos.

Me levanté a tomar un poco de agua y cuando volví, me senté en la cama con mis piernas cruzadas. Prendí el velador y posé mis manos en mi panza.

- Creo que si no hablamos no vamos a poder dormirnos jamás.

Pedro abrió sus ojos y se acercó a mi panza la cual en estos días se había hecho un poquito más notoria.

- Esto no tenes que escucharlo vos. –Dijo y besó mi panza.-
-Reí y acaricié la nuca de Pedro.- ¿Qué somos nosotros? –Pregunté confundida.-

Él se sentó frente a mí y suspiramos a la par.

- ¿Vamos a la playa? –Propuso.-
- ¿Para?
- Mmm… No sé, pero me gusta que hablemos ahí.
- Está bien, capaz mirar un rato el mar me tranquilice.

Nos cambiamos y fuimos hasta la playa, era temprano y como todavía no había comenzado la temporada estábamos prácticamente solos.

Pusimos una esterilla en el suelo, nos sentamos frente a frente con nuestras piernas cruzadas y yo giré mi cabeza para mirar el mar.

- ¿Ves como las olas van y vienen? –Le pregunté.-
-Giró su cabeza.- Sí…
- Bueno, yo me siento igual, todo el tiempo voy y vengo entre mil sensaciones.

Él me tomó por el mentón e hizo que nos miremos.

- Son muchos cambios de repente para los dos… -Dijo.-
- Sí. –Se encogió de hombros.- Te juro que no sé cómo ordenar mi cabeza.
- Estando juntos.
- Te repito: ¿Qué somos nosotros?

Pedro no dijo nada, tan solo hizo que me acostara en la esterilla, tirándose suavemente sobre mí, teniendo cuidado de mi panza y me besó.

- Somos todos lo que queremos ser.
- ¿Y qué queremos ser? –Pregunté tomándolo por sus mejillas.-
- Dos personas que se aman.
-Suspiré.- ¿Y eso alcanza?
- Yo creo que sí…
- Perdón si estoy muy negativa, pero de verdad que me muero de miedo.
-Acarició mi nariz con la suya.- Yo sé que lo nuestro fue muy fugaz, intenso, raro, con idas y vueltas… Pero, creo que si la vida nos puso a este bebé en el camino es por algo.
- Puede ser.

Pedro se sentó y me dio la mano para que me siente también.

- Vamos a poder contra el miedo.
- Tengo miedo de que nunca pueda ser feliz conmigo como madre. –Dije tocando mi panza.-
- No pienses en eso Pau.
- Es lo que me pasa.
- Sos una mina hermosa.
- No soy el mejor ejemplo del mundo.
- Enfrentando todo esto, sos un ejemplo hermoso.
- No siento que lo esté enfrentando.
- Hey, deja de pegarte un poco.
-Suspiré.- No puedo.
- Sí que podes. –Me besó.- Dale…

Yo bajé mi mirada y no pude no largarme a llorar.

- Siento que voy a explotar de la culpa que tengo.
- ¿Culpa de qué?
- De ser su mamá, culpa de tener tanto miedo, de que haya caído acá por un error, por una calentura… Culpa de sentir que no lo quiero tanto como debería.
- No te enrosques.
- No voy a poder ser mamá.
- Sí que vas a poder…
- No, me da culpa no poder estar feliz del todo.
- Los humanos somos así de ambivalentes.

Sequé mis lágrimas y suspiré profundo.

- Se merece algo mucho mejor.
- Yo creo otra cosa…
- ¿Qué? –Pregunté y él tomó mi mano.-
- Que este bebito desde el universo vio a dos personas que se aman pero que no podían o no se animaban a estar juntas, entonces dijo “algo tengo que hacer”
-Reí.- Sos un tarado.
- Dicen que los bebés eligen a sus papás.
-Suspiré.- ¿De verdad?
- Sí…
- ¿Quién lo dice?
- La vida. –Reímos.- Dale… No pienses en esas cosas.
- No tenemos un mango partido al medio Pedro.
- Yo voy a laburar.
- ¿De qué? ¿En dónde?
- De lo que sea.
- Pero…
- Pero nada. –Me besó.-
- ¿Me abrazas?
- Obvio que sí, veni.

Nos abrazamos y cerré mis ojos.

- Siempre voy a estar acá. –Besé su mejilla.-
- No me da miedo solo el embarazo. –Dije.- También me da miedo esto.
- ¿Esto qué?

Me separé de él.

- Nuestra relación.
- Vayamos paso a paso… -Tomó mis manos.-
- ¿Cómo?
- Así, de a poquito. –Besó mis manos.- Ya sé que un bebé cambia mucho las cosas, pero con el amor que sé que está, vamos a poder.
- ¿Cómo podes estar seguro de que el amor está?
- ¿Vos no lo sentís?
- Sí, pero igual.
- Yo creo que si no nos olvidamos habiendo estando tanto tiempo separados y tan poco juntos, por algo es…
-Suspiré.- Eso puede ser.
- ¿Una sonrisa? –Yo sonreí.- ¡Más grande!

Volví a sonreír y lo besé.

- Gracias.
- ¿Por qué?
- Por estar acá. –Y volví a besarlo.- De verdad.




-

1 comentario: