miércoles, 9 de marzo de 2016

Veintiuno.

El atado de cigarrillos ya se me había terminado, sentía mi cuerpo congelado. Mis brazos abrazaban mis piernas y estaba concentrada en el movimiento de las olas, las cuales estaban menos revoltosas que mi interior y eso que había viento eh.

No sabía cuántas horas habían pasado, pero sabía que eran muchas porque cuando llegué era de noche y ahora el sol ya había subido, aunque estaba escondido entre las nubes.

Me sentía en medio de una contradicción enorme que no sabía ni qué pensar.

Mi mente quería ir para un lado… Y mi corazón para el otro.

¿A quién hacerle caso?

Por eso me había alejado del amor, para olvidarme de las dudas, las contradicciones, los miedos y las lágrimas.

Sentí sus besos desde mi cintura hasta hombro y me abrazó por el cuello, arrodillado detrás de mí.

- Te vas a congelar.
- No me importa. –Dije tratando de ocultar mis lágrimas.-
- ¿Estás llorando?
- No.
- Mmm… -Besó mi mejilla.- ¿Vamos a tu casa?
- Me quiero quedar acá.
- Estás helada, te va a hacer mal.
- Hace horas estoy acá.
- ¿Queres que me vaya de tu casa y vos vas?
- No.
- ¿Y qué queres?
- Ojala lo supiera.

Y escondí mi cara en mis rodillas, quebrándome de una vez.

Pedro pasó su mano por debajo de mis piernas y por mi espalda, haciendo que me siente sobre sus piernas.

- No sé qué hacer, me siento una nena de 7 años y lo odio.
- Hey, hey. –Me besó.- Tranquila, castigándote no vas a llegar a ningún lado.
- Nunca voy a llegar a ningún lado yo. –Y sequé mis lágrimas con los puños de mi buzo.-
- ¿Por qué decís eso?
- Porque es lo que siento.

Y Pedro, sin decir nada, me abrazó y yo también lo abracé.

- Gracias.
- ¿Por qué?
- Por no juzgarme y por abrazarme.
-Besó mi mejilla.- No tenes que agradecerlo.

Pasaron algunos minutos y él se separó de mí, secó mis lágrimas con sus dedos y me dio un beso.

- ¿Vamos adentro? De verdad que te va a hacer mal.
- Mmm…
- Dale, hablamos de lo que quieras, pero adentro, metidos en la cama.
-Reí.- ¿Metidos en la cama?
- ¡Hace frío! –Yo reí.- En serio. –Me besó.- Es claro que necesitamos hablar.
- Sí…
- Por eso, dale. Y comemos los chocolates que dejamos.
- Me convenciste con los chocolates.

Reímos y nos levantamos.

- Veni. –Dijo agachándose.-
- ¿A dónde Pedro?
- A cococho.
- ¿Eh?
- ¡Dale! ¡Necesitas reírte!

Yo reí y salté sobre él, lo abracé por el cuello y él me sostuvo por mis piernas.

Pedro comenzó a correr y ambos reíamos.

- Estás loco. –Besé su mejilla.- ¿Me bajas?
- No.
- ¡Dale!
- No, vamos a ir así hasta tu casa.
-Reí.- ¿Así?
- Sí señorita.

Y comenzó a caminar hasta mi casa mientras yo reía.

Cuando estuvimos dentro, Pedro me hizo caer en la cama y yo no podía dejar de reírme.

- ¿No es más lindo reírse que llorar?
-Sonreí.- Sí.
-Me besó.- Voy a buscar los chocolates y hago café. ¿Queres?
- Sí, dale.

Los chocolates ya se habían terminado y el café también. Yo estaba sentada en mi cama, abrazando mis piernas y tratando de poder decir… Algo.

- Es lo mismo de siempre, no hay nada nuevo. –Dije y me encogí de hombros.-

Pedro se sentó frente a mí, con sus piernas cruzadas y la capucha de su buzo puesta.

- ¿No crees que capaz estaría bueno animarse una vez más?
- Te juro que el miedo me gana.
- ¿Me ves cara de malo?
-Reí.- Te hablo en serio.
- Perdón, solo quería hacerte reír. –Sonreí.-
- Está bien.

Se hizo un silencio en el que cerré mis ojos y tomé aire.

- No fue solo una desilusión amorosa, no me acuerdo si te lo dije o no, pero te voy a contar la historia completa. ¿Puedo?
- Obvio.
- Bueno, cuando era chica mis viejos se separaron porque él estuvo con otra y eso inevitablemente me marcó, después volvieron, se separaron otra vez, se juntaron otra vez… La realidad es que nunca entendí demasiado su relación y hace mucho tiempo abandoné la idea de entenderla, pero los veo mal y eso me hace mal a mí… No sé. –Me encogí de hombros.- Eso me hizo descreer un poco en el amor, aún así me enganché con el pelotudo de mi ex, de quien creo que no me enamoré, sino que lo idealicé y demasiado.

Y no pude evitar que mis ojos se llenen de lágrimas.

- Ese idiota se convirtió en mi mundo entero, creí que iba a salvarme la vida como buena pendeja inocente que era… Te juro que mi vida giraba en torno a él y solo a él, me había olvidado de mí. Era su novia y nada más que su novia. –Suspiré.- Estuvimos años juntos… Años en donde me olvidé de que yo era algo más que su novia, años en donde me olvidé de que más allá de todo yo seguía siendo una mujer. –Hice una pausa.- Me aislé de mi familia y de mis amigos, incluso de aquel entonces no me quedan amigos… Los únicos que tengo son lo que hice acá.

E hice una pausa más larga, prendí un cigarrillo.

- Me separé de él porque me metió los cuernos una cantidad superior a los dedos de mis manos y te juro que es literal... Y en ese momento se me cayó el mundo, se me vino abajo, todo se cayó sobre mí y fue horrible. Pasé meses encerrada en mi casa, sin querer ni poder salir, en medio de lágrimas y antidepresivos porque te juro que no dejaba de llorar.

Y en ese momento las lágrimas ya rodaban sin piedad por mis ojos.

- Y después de todo eso, pasó lo del secuestro que ya te conté y esa fue la gota que rebalsó el vaso.

Y apagué mi cigarrillo, sequé mis lágrimas con los puños de mi buzo y me crucé de piernas.

- Sentía que necesitaba un cambio y cambié. Me dí cuenta de que mi vida era mía y nada más que mía, que tenía que vivirla por mí y no por los demás… Entendí que la protagonista de mi vida tengo que ser yo y esto es lo que me salió…

Suspiré y Pedro no dejaba de mirarme a los ojos.

- Y creo que esto que salió no es lo mejor, pero ya no puedo cambiarlo.
- Ya cambiaste una vez…
- No puedo hacerlo otra vez. –Suspiré.- Es verdad que me siento sola, es verdad que me acostumbré a ser un objeto para los hombres y a vivir con dos mangos, pero esta es mi realidad y la tengo que aceptar.
- Nadie puede entregarse a aceptar algo que no quiere o con lo que no se siente cómodo… Sino, nunca hubieses podido cambiar como lo hiciste.
- Ya no tengo esa fortaleza, soy más grande.
- Hablas como si fueses una señora de ochenta años Paula.
- Capaz lo sea.
- No digas boludeces.
- No son boludeces, te juro que la estoy pasando mal.
- Yo no quiero hacerte mal.
- Lo sé, no sos vos…
- ¿Y entonces?
- No sé, capaz deba volver a aislarme.
- Podes amar a alguien sin dejar de amarte a vos misma y de ser la protagonista de tu vida.
- Quizás otros puedan, pero yo no…
- Todos podemos lo que queramos si le ponemos garra.
- Yo ya no sé.

Y prendí otro cigarrillo, pero Pedro me lo sacó de la mano y lo apagó.

- Esconderte atrás de un cigarrillo no va a solucionar nada.
- No te pases. –Le dije enojada.-
- No quiero pasarme, quiero que entres en razón.
- Esta es mi razón, mi realidad, mi modo de pensar…
- Pero, podes cambiarlo.
- ¿Y si no quiero?

Me paré y prendí otro cigarrillo llena de bronca.




-


Y se pone un poco intenso todo...

6 comentarios: